Researcher´s Relics #4 (Español)
En el siglo XVI era común que los viajeros recibiesen un álbum vacío antes de emprender su viaje. A lo largo del trayecto, este libro se llenaba de láminas miniadas que el turista podía comprar en sus múltiples destinos, así como de autógrafos de distintos personajes más o menos notorios. Existían comercios especializados donde el viajero podía adquirir estas imágenes, en su mayoría eran tiendas de libros o imprentas que vendían estas "postales" con las imágenes más pintorescas del lugar.
Estos libros era particularmente empleados por viajeros alemanes, aunque se conservan algunas copias de turistas franceses e ingleses. Los álbumes de viajes tienen un gran interés porque supone una colección privada de impresiones recopiladas por el viajero en cuestión, donde se puede entrever el interés personal de cada individuo. Son, además, una ventana a un escenario costumbrista y regional bastante excepcional en el marco de los manuscritos, así como un gran catálogo de las modas del momento.
Los dueños de estos manuscritos eran, en su mayoría, estudiantes que viajaban a otras ciudades a modo de completar su formación, creaban estos libros para enseñarlos en su tierra natal una vez concluido el viaje. Aunque también se empleaban para reforzar relaciones profesionales: si uno de sus dueños poseía un autógrafo de una persona determinada podía entenderse como una suerte de carta de recomendación.
Somos muchos los que este verano no podemos viajar, por ello, he pensado que sería hermoso dedicar este Researcher´s Relics a emprender un viaje visual a través de los ojos de un turista del siglo XVI. Era francés, su destino fue Italia y los retratos de mujeres conforman buena parte de su cuaderno de viaje.
LAS MUJERES
En el siglo XVI se consideraba de mal gusto mantener las costumbres propias en un país extranjero. Dado que era inapropiado vestir al márgen de los códigos que imperaban en la región de destino, existían múltiples formas de adaptarse al nuevo ambiente. Si el visitante tenía poder adquisitivo, entonces tan solo era cuestión de visitar un sastre local y crear varios atuendos conforme el lugar de destino. Si en cambio el poder adquisitivo era más humilde, el visitante podía alquilar su vestimenta en tiendas, preferentemente judías, o adquirir piezas en mercados de segunda mano.
Una de las tendencias más llamativas en algunas regiones italianas del siglo XVI eran los impresionantes escotes que ostentaban las mujeres. En la siguiente imagen podemos apreciar el generosísimo escote de una mujer veneciana vestida según la moda de la época: amplio escote, cuello alto y repleto de ornamentos, cintura marcada con un colgante, velo transparente y cabello rizado en la frente.
Las jóvenes vírgenes (doncellas) debían, según los códigos morales, ocultar su rostro protegiéndose de la mirada de los desconocidos. Sin embargo, la llamada capa Veneciana dejaba al descubierto el generosísimo escote escandalizando a algunos visitantes extranjeros.
Las mujeres vírgenes eran prácticamente inaccesibles para los hombres en general y, muy particularmente, para los extranjeros, a quienes se les aconsejaba entablar relaciones tan solo con mujeres casadas o cortesanas. No obstante, una vez la mujer se casaba, salía de su estadio de invisibilidad para ocupar el lugar de laostentación. Desde el mismísimo día de la boda, se incentivaba que las mujeres de clases altas dieran rienda suelta a las fantasías de la moda, visible en esta imagen de una novia veneciana. Destacable es el colana in sbarra, un colgante donde se podían incluir accesorios en sus compartimentos como perfumes o espejos.
A pesar de que las novias normalmente llevaban el pelo suelto, en este álbum podemos ver una novia con el pelo recogido.
Las mujeres casadas adineradas solían llevar, además suntuosos abanicos con mangos de marfil y plumas de avestruz.
Otro ornamento muy popular entre las mujeres de clases adineradas era una piel de ardilla o marta ofrecidas a las novias en sus bodas.
El abanico desplegable se importó de Asia en el siglo XVI. En la imagen, una mujer española con un abanico desplegable.
Para este viajero, el estado civil de la mujer era de gran importancia. Como fue mencionado anteriormente, las jóvenes de clases adineradas que aún no habían sido desposadas eran prácticamente inaccesibles. Las mujeres casadas eran mucho más accesibles y visibles. Sin embargo, con las mujeres viudas era posible mantener un romance, por ello, ocupan un lugar destacado en el álbum de este joven francés. Ello explica que algunas viudas se retraten con un gesto seductor y apelativo.
En este sentido, las cortesanas y prostitutas ocupan un lugar privilegiado en el álbum de este joven. Era frecuente que muchas cortesanas vieran su fama amplificada gracias a estos libros de viajes. Una cortesana muy popular fue Verónica Franco, que era, además una reputada poeta y feminista. Verónica formaba parte de un grupo de cortesanas intelectuales (cortigiana onesta) de las que se esperaban, no sólo favores sexuales, sino conversaciones en distintas disciplinas. Verónica, como muchas mujeres de su profesión, se enfrentó a un juicio de la Inquisición donde fue acusada de brujería, no obstante, sus múltiples contactos en la política veneciana la ayudaron en su absolución. En la imagen, podemos verla con el color de cabello popular en Venecia: un rubio dorado que las mujeres conseguían con un tinte llamado "agua de la juventud".
En varias ciudades, la legislación era muy específica a modo de identificar a las cortesanas. Por ejemplo, en Roma, estas debían llevar un velo blanco a modo de distintivo.
Debido al poder adquisitivo que muchas llegaban a alcanzar, en Venecia se les prohibía que llevasen joyas o perlas falsificadas para evitar que éstas se confundieran con mujeres de clases privilegiadas. No obstante, muchas mujeres venecianas burlaban esta restricción llevando su rostro oculto y que sólo mostraban, con gestos obscenos, ante un potencial cliente.
Por último, destacable es esta misteriosa cortesana napolitana con un velo de inspiración árabe.
Este manuscrito lleva el título de "Mores Italiae" (1575) y perteneció a un turista francés. Se encuentra en Yale University Library, ms. Beinecke 457.
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