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El inquisidor cazado: las brujas de Innsbruck contra Institoris

El inquisidor cazado: las brujas de Innsbruck contra Institoris

Cuando en 1485 el inquisidor dominico Institoris llegó a Innsbruck (Austria), muchas mujeres vieron en él a un natural enemigo. Y no era para menos, aquel siniestro personaje había estado un año antes en Ravensburg (Alemania) donde se habían torturado y quemado a dos mujeres acusadas de brujería. Al inquisidor le precedía la fama de inflexible, confirmada por los documentos que nos muestran a un individuo empecinado y fanático. Llegaba a Austria respaldado por la Iglesia y con la intención de destapar casos de brujería. Las mujeres locales sabían que ello supondría meses de indagaciones, preguntas invasivas, encarcelamientos, torturas y un desenlace trágico entre las llamas de la Santa Inquisición. Lo que no imaginaba Institoris es que se encontraría con mujeres como Scheuberin quien no dudó en enfrentarse al siniestro hombre, insultándolo en público, escupiendo en su presencia y boicoteando los sermones del dominicano. La venganza del inquisidor no se hizo esperar: llevó a Scheuberin y otras mujeres a un juicio en el que, en un feliz giro de los acontecimientos, el sentenciado llegó a ser el propio Institoris.

Innsbruck por Durero, 1495.

Heinrich Kramer-Institoris

Heinrich Kramer, o Institoris en su versión latinizada, había nacido en Alsacia, allí ingresó en la orden dominica. La orden fue fundada en el siglo XIII como reacción al movimiento herético de los cátaros, una fascinante secta cristiana que predicaba, entre otras cosas, la condena a la pena capital, la tolerancia hacia otras religiones, el rechazo al matrimonio y la procreación (aunque fomentaba los placeres carnales) y el más estricto vegetarianismo. Curiosamente, en respuesta al movimiento social cátaro, que comenzaba a ser demasiado molesto y poderoso en el sur de Europa, se fundó la Inquisición en el siglo XII además de la ya mencionada orden dominica que asumió el papel de predicar ante los cátaros. La orden de los dominicos practicaba el celibato y la pobreza, además, compartía con los franciscanos el ser una orden mendicante, es decir, que vivían de limosnas. Otra particularidad de las órdenes mendicantes es que, al contrario de otras congregaciones, los integrantes no se aislaban en monasterios, sino que se mezclaban con los laicos predicando y diseminando su mensaje a través de encendidos sermones y performativas penitencias públicas. Un famoso dominico fue Savonarola (1452-1498), quien congregó a las clases pudientes florentinas en torno a las hogueras de las vanidades, obligándoles a quemar sus cosméticos, vestidos lujosos y obras de arte entre otros objetos de valor “mundano”. A pesar de que en la orden dominica había algunos individuos disidentes como Savoranola, que fue excomulgado (y sentenciado a muerte) por llamar “zorra” a la Iglesia, o el filósofo Giordano Bruno, que también murió quemado por la Iglesia, el papado había depositado gran confianza en los dominicos como inquisidores y educadores.

Savoranola

De hecho, Kramer fue profesor de teología durante algún tiempo, pero parece que su vocación era el combate a la herejía, un frente que ocupó con una furia individualista creando, en ocasiones, fricciones con sus compañeros de orden y superiores a consecuencia de sus dudosos métodos de investigación. A pesar de ser un dominico acérrimo que predicaba la pobreza, Institoris estuvo en vuelto en algunos escándalos relacionados con la venta de indulgencias (que básicamente consistía en que los miembros de la iglesia recibiesen pagos a cambio de indultar ciertos pecados). Su naturaleza temperamental le llevó a variuos encontronazos con el Emperador Federico III y otros compañeros de orden, pero lo cierto es que el papado depositó gran confianza en este inquisidor itinerante de quien se dice que condenó cerca de 200 mujeres. 

Institoris murió en 1505 en Bohemia, donde se había desplazado con la intención de combatir a los husitas.

Malleus Maleficarum

A pesar de que Kramer estaba protegido por sus superiores, pues tanto el Papa Sixto IV como Inocencio VIII lo nombraron inquisidor. Sus métodos fueron discutidos en Innsbruck donde intentó ajusticiar, sin éxito, a un grupo de mujeres acusadas de brujería. Casi de forma paralela a los acontecimientos en Innsbruck o quizás inmediatamente después, Kramer compuso, en colaboración con otro inquisidor llamado Jacob Sprenger, el famoso Malleus Maleficarum,también llamado Martillo de las Brujas, publicado en 1486Es un tratado de demonología y un manual para inquisidores que pretende instruir sobre la forma de reconocer a las brujas y el procedimiento para ajusticiarlas.

Bruja y Diablo en la Crónica de Núremberg.

Malleus Maleficarum no es el primer tratado que existe de demonología, aunque tiene la particularidad de haber gozado de una gran difusión a través de la imprenta, principalmente en los años inmediatamente posteriores a su publicación. A grandes rasgos, el Martillo de las Brujas defiende la brujería como una conspiración satánica; en la lucha apocalíptica entre el divino y el maligno, la brujería es la herramienta que satán empleaba para captar aliados. Aunque lo más correcto sería decir aliadas en femenino, pues es evidente que para Institoris las mujeres eran más susceptibles de caer en las garras del diablo y, de hecho, ellas fueron las principales víctimas en sus juicios. Institoris estaba convencido de la debilidad moral femenina y ello lo justificaba él, entre otras cosas, con la inclinación femenina a la lascivia. En su libro concluye en que en la mujer “todo está gobernado por deseo carnal que es insaciable en ellas”. Así se va conformando en universo demonológico de Institoris, donde frecuentan las mujeres fornicadoras con el diablo, para él, el sexo era un ritual de iniciación a la legión del maligno, un arma de seducción que éste empleaba para captar adeptas.

Bruja y diablo en Wickiana, ms. F 12

Innsbruck

 Cuando Institoris llega a Innsbruck rondaba los cincuenta años. Un año antes, había estado en Ravensburg (Alemania) donde se habían torturado y quemado a dos mujeres acusadas de brujería. Quizás por ello, algunas de las mujeres de Innsbruck no vieron con buenos ojos la llegada del inquisidor que verdaderamente no auguraba nada bueno. 

La intención del inquisidor era la de investigar actividades heréticas en Innsbruck y alrededores, por ello, se dedicó a husmear durante algunos meses en las vidas privadas de los lugareños, al mismo tiempo que predicaba, con encendidos sermones, contra la práctica de la brujería. No obstante, el inquisidor no despertó la simpatía de muchas lugareñas, una de ellas, la ya mencionada Scheuberin, se negó a asistir a los sermones del dominico incitando a otros a evitarlos. Institoris cuenta, además, que solía interrumpir sus sermones abandonando la iglesia con las siguientes palabras: “¡Ojalá la enfermedad caiga sobre tu cráneo grisáceo! ¡Que el diablo te lleve!”. Scheuberin habría acusado al inquisidor de hereje en su detención, alegando que tan solo predicaba en contra de las brujas. No obstante, la mayor acusación Scheuberin residía en el presunto envenenamiento de un amante por venganza. Los testigos habían asegurado que, tras cenar con ella, cayó gravemente enfermo y en su agonía el hombrehabría dicho: “la razón por la que me estoy muriendo es porque aquella mujer me mató”.

El diablo tentador, Wickiana.

Sexo y venganza son dos grandes leit motivs entre las acusaciones de Innsbruck. Por ejemplo, otra acusada, Agnes, habría tenido una aventura sexual con un hombre que decidió casarse con otra mujer. Agnes profirió delante de varias personas el siguiente maleficio: “Haré que nunca estéis sanos mientras estéis el uno con el otro”. El hombre, que testificaba en el juicio, afirmaba todavía sentirse enfermo y “embrujado”.

La acusación principal de Hufeysen reside en haber curado el dolor de cabeza de otra mujer bajo un procedimiento sospechoso de brujería. La acusada habría llevado a cabo un misterioso ritual apoyada de una rueca, un hilo, una aguja y una botella de agua hirviendo. Según la testigo, el agua se habría deslizado de forma antinatural y totalmente inexplicable. Cuando la testigo recriminó a Hufeysen el empleo de “magia supersticiosa”, la acusada habría respondido con un maleficio, en consecuencia, la víctima sólo se sentía aliviada de su dolor al estar cerca de la acusada y en su ausencia se sentía enferma.

Adoradores de ídolos prohibidos, Paul Getty Museum, Ms. Ludwig XV, 9.

Institoris estaba convencido de haber destapado lo que él llamaba dos “sociedades” de brujas, es decir, asociaciones de mujeres que practicaban el satanismo y la brujería atrayendo e iniciando a otras mujeres que además poseían una insaciable sed de lujuria y venganza. Los documentos están plagados de imágenes alucinadas como muñecos atravesados por alfileres, piedras húmedas que nunca se secaban, otras, según él, atesoraban huesos de niños sin bautizar o llevaban a cabo rituales donde los crucifijos recibían latigazos al ritmo de palabras obscenas. Las víctimas de estas brujas, si no morían, sufrían las más variopintas enfermedades: la sequedad total del cuerpo, o por el contrario una hinchazón inexplicable, pústulas llenas de pus o simplemente, melancolía y dolores de cabeza.

Grabado del siglo XVIII, Wellcome Collection.

Cuando el juicio comenzó, en Octubre de 1485, Institoris parecía recibir el beneplácito de sus superiores y del obispo de la diócesis. No obstante, tras su interrogatorio a Scheuberin, contra la que parecía sentir una hostilidad particular, el juicio dio un giro inesperado. Parece ser que el inquisidor había hecho demasiadas preguntas sobre la virginidad de la acusada y sus prácticas sexuales, indagando de forma persistente sobre estos temas “íntimos”. El abogado de las acusadas denunció este procedimiento alegando que el inquisidor pretendía “preguntar sobre su virginidad y otras cuestiones secretas que poco tenían que ver con el caso”, además, continuó denunciando el defensor las prácticas irregulares del dominicano. Entre ellas se encontraban falsear la presencia de un notario y basarse en rumores, dando oídos a otras personas que estaban enemistadas con las acusadas. El obispo y el tribunal comulgaron con la queja del abogado liberando a las acusadas que parecían contar, a pesar de todo, de un apoyo comunal mucho más fuerte que la ira del inquisidor.

Grabado del siglo XVIII, Wellcome Collection.

Tras la resolución del juicio, la frustración de Institoris es visible en el extenso informe que escribió a modo de convencer al obispo para que retomase el caso. Una correspondencia entre el obispo e Institoris muestra cómo el primero comenzaba a perder la paciencia con el inquisidor. Una vez terminado el caso, la presencia del dominico ya no se justificaba e Institoris debía abandonar Innsbruck. La primera invitación a abandonar las tierras es más o menos diplomática: “Entiendo que algunas personas están en contra de ti, por eso, parece buena idea que abandones este lugar, cuanto antes mejor. Algunas personas están irritadas, porque piensan que el procedimiento fue inusual”. Pero Institoris no se marchaba, sigue empecinado en retomar el caso y ajusticiar a las mujeres, particularmente a Scheuberin que lo había humillado en público. El obispo, por su parte, comienza a escribir a otros representantes para que fuercen la salida del inquisidor, empieza a observarse un enfurecimiento progresivo: “si no se marcha de inmediato, por favor, decidle que sus irregularidades han causado demasiados escándalos. Por esa razón no se puede quedar en este lugar, a modo de evitar que algo le suceda, pues él no comprende ciertas cosas”, en la siguiente carta puede leerse: “Estoy harto de este monje (…) realmente me parece que está loco. Quizás él esté contento con la forma en cómo condujo el juicio contra estas mujeres, pero no le dejaré involucrarse más, después de haberse equivocado de esa forma. Quedó claro que presupuso cosas que no estaban probadas”. Cinco meses después del juicio, Institoris seguía en Innsbruck y el obispo ya le escribía sin miramientos: “no necesito tu presencia aquí”.

En un raro final feliz en medio el terror que supuso la caza de brujas, Institoris se acabó marchando de Innsbruck. No obstante, unos meses después publicaría su terrorífico Malleus Maleficarum

Grabado del siglo XVIII, Wellcome Collection.